No hace mucho tiempo, les conté a ustedes, señoras y señores de este mundo al que quiero dar a conocer mis experiencias, el bochornoso y lamentable espectáculo que pude presenciar en unos grandes almacenes, donde una señora (por no llamarla de otra forma indecorosa, dado que uno es un auténtico caballero a pesar de mi condición de macho iberíco) humillaba con alaridos y gritos a su pobre y calzonazos marido (dicha entrada se titulaba "Sí, cariño").
En unos de mis muchos acercamientos a Madrid (y no diré el sitio porque suelo ir bastante y no quiero que esta señora me espere escopeta cargada y perro de presa en mano), me encontré a ese pobre hombre... Pero estaba distinto, otro porte, otra forma de andar, su mirada siempre al frente... Me quedé un poco parado, dado que no hacía mucho de ese percance, el señor se desenvolvía con una naturalidad pasmosa; vamos, que me veía reflejado en él.
En unos de mis muchos acercamientos a Madrid (y no diré el sitio porque suelo ir bastante y no quiero que esta señora me espere escopeta cargada y perro de presa en mano), me encontré a ese pobre hombre... Pero estaba distinto, otro porte, otra forma de andar, su mirada siempre al frente... Me quedé un poco parado, dado que no hacía mucho de ese percance, el señor se desenvolvía con una naturalidad pasmosa; vamos, que me veía reflejado en él.
Como uno es un poco cotilla, no dudé en acercarme a él y darme a conocer. Me reconoció al instante y me invitó a tomar algo en una terraza que estaba al otro lado de la calle. Con una educación exquisita pidió un café con leche templada y me preguntó que es lo que quería (como buen macho ibérico y a media mañana, no podía ser otra cosa que una cerveza bien fresquita). Estaba sentado frente a mí , con su pierna izquierda cruzada sobre la derecha, traje impoluto gris marengo, corbata rosa y un pañuelo a juego en su bolsillo superior izquierdo. Estuve a punto de proponerle ser gigoló conmigo (ya les contaré en otra historia un percance con un grupo de féminas que quisieron degustar el placer de mis carnes con una suculenta cifra de unos y ceros y que todavía estoy pensando si acepto o no), porque estoy seguro que formaríamos un equipo a la altura sin lugar a duda. Me comentó que había dejado a su mujer, que no soportaba sus gritos ni manías y que le había anulado su personalidad por completo, le había apartado de sus amigos y que apenas cataba carne (a decir verdad mucho mejor porque era un bicho de cuidado). Que facilidad de palabra tenía, era como si de repente hubiera tenido acceso a una base de datos digital y se hubiera traspasado toda la información a su cerebro. Al grano....
De repente, a unos 250 metros acera izquierda (no se si saben ustedes que soy perito y tengo una facilidad asombrosa para las medidas) bajaba una "jamelga" de padre y muy señor mío, con más curvas que el circuito del Jarama... Tenía un movimiento trasero que madre mía. Un portero que estaba barriendo la puerta de la finca, al pasar ella por su lado se giró y metió sin darse cuenta el palo de la escoba entre las piernas y se dio un trompazo de órdago. Según se iba acercando, no podía quitar mis ojos de encima. Al llegar a la altura de nuestra mesa, se agachó y le dio un beso al pájaro este... vamos, que le metió la lengua hasta la laringe y yo me puse mas caliente que el palo de un churrero. No podía perder esta batalla bajo ningún concepto, porque algo me decía que ésta acabaría en una cama conmigo. Cuando apagaron sus fuegos internos (o los encendieron más), hizo una presentación y fue cuando ella me miró directamente a los ojos... Ya estaba todo medio hecho.
Se sentó a mi derecha y nada más hacerlo puso su mano sobre mi muslo. Entonces le dijo al conato de Grey: "Cariño, tengo que ir al centro a comprarme unos trapitos y necesito dinero. Cogeré un taxi para no perder mucho tiempo". El hombre sonrió, se metió la mano en el bolsillo interno de la americana, y saco un billete de 500 euros (de esos que vemos a diario, me entienden). Con una sonrisa casi infantil le dijo: "Vale mi vida".
Como un águila que está al acecho de su presa, me presté rápido y veloz a ofrecer mis servicios para acercarla al centro, poniendo como excusa que me cogía de camino. Ella, con una dulzura y una expresión cariñosa le preguntó al pájaro que si no le importaba, volviendo este a contestarle: "Vale mi vida"...
Comí marisco a costa del pringado este y me llevó a un hotel de 5 estrellas que te cagas. Nada más entrar en una suite me susurró al oído: "mi rey, tengo que entrar al baño". Escuché cómo abría el grifo de la ducha y fue cuando me dije: "a por ella..."
Se sentó a mi derecha y nada más hacerlo puso su mano sobre mi muslo. Entonces le dijo al conato de Grey: "Cariño, tengo que ir al centro a comprarme unos trapitos y necesito dinero. Cogeré un taxi para no perder mucho tiempo". El hombre sonrió, se metió la mano en el bolsillo interno de la americana, y saco un billete de 500 euros (de esos que vemos a diario, me entienden). Con una sonrisa casi infantil le dijo: "Vale mi vida".
Como un águila que está al acecho de su presa, me presté rápido y veloz a ofrecer mis servicios para acercarla al centro, poniendo como excusa que me cogía de camino. Ella, con una dulzura y una expresión cariñosa le preguntó al pájaro que si no le importaba, volviendo este a contestarle: "Vale mi vida"...
Comí marisco a costa del pringado este y me llevó a un hotel de 5 estrellas que te cagas. Nada más entrar en una suite me susurró al oído: "mi rey, tengo que entrar al baño". Escuché cómo abría el grifo de la ducha y fue cuando me dije: "a por ella..."
Lo que mis ojos vieron aún me lo estoy intentando quitar de mi mente. Ella, desnuda y de pie con ese pedazo de culo a mi vista. De pronto comenzó a orinar de pie y un sonido onomatopéyico salió de mi boca. Ella se giró con sutileza y pude comprobar cómo entre sus manos agarraba un miembro más grande que el pescuezo de un cisne. Bajé las escaleras a trompicones mientras me vestía. Juro que no he corrido tanto en mi vida...
Al llegar a casa, con cara de susto, mi parienta me esperaba con una blusa transparente (señal inequívoca de que quería guerra). Me dio un beso y la susurre al oído: "Cariño, me doy una ducha que estoy sudando (y tanto) y luego este cuerpecito para ti. Me acompaña a la ducha y al quitarme los pantalones vio que no llevaba calzones y me preguntó con esa dulzura que ustedes saben expresar cuando se enfadan con sus maridos: "Mi vida, dónde están tus calzoncillos?"
Y aquí estoy, en casa de mis padres. Me ligué a una transexual (o ella a mí), no mojé con la parienta y encima he vuelto a casa de mis padres... Perra vida.
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