El sol lucía sus mejores galas en una mañana calurosa de Julio. La playa estaba desierta. No era una playa de arena blanca y fina, sino de arena negra y llena de piedras bien pulidas y redondeadas por el paso del tiempo. Sus colores hacían que no mirara a la mar, sino al suelo, pero una brisa de aire hizo que mi pelo se virara a poniente para así, girarme y ver el inmenso paisaje al que mi vista alcanzaba. Por un lado, la inmensa roca que con sus brazos llegaba al agua, no impedía que el sol cayera de plano sobre mi cabeza, pero por otro lado, dejaba al descubierto el azul del mar hasta un horizonte infinito.
Y en ese infinito te buscaba. Un horizonte tan lejano que aún así era incapaz de terminar con mis recuerdos. Unos recuerdos que desde ese cielo azul me llevaban a ti por siempre, a esos brazos anhelados que me envolvían y me transportaban a los jardines prohibidos, a esos jardines donde nuestros besos paralizaban los mundos y no nos importaba nada. La nada... O todo. Porque esa nada o todo era lo que siempre soñábamos. Y ese sueño era el viento que empujaba nuestras velas que movía la nao en la que viajábamos a los confines de la tierra. Y en esos confines del mundo, tú y yo nos desenvolvíamos como peces en el agua...
Allí estaba yo, recostado sobre una enorme piedra, viendo como las olas intentaban ganar espacio a la playa. Intentando verte andar entre las piedras con un vestido tan blanco que dolería mirarte de frente, con parte de tu pelo ondulado por la humedad, y que el viento lo meciera para que tú, con esa soltura e inocencia casi adolescente, lo retiraras constantemente hasta dejar tu cara a merced del sol. Entonces tus ojos se convertirían en dos astros. Dos inmensos horizontes donde por fin me perdería para el resto de mis días. Dos mundos infinitos donde nada ni nadie pueda romper este sueño y donde nuestra nao navegue al son que marque el viento, hasta el fin de los mundos.
Y en este punto del sueño, una suave brisa hizo que despertase; el sol ya se puso en ese horizonte infinito y la temperatura bajó hasta erizar mi piel. Entonces es cuando quiero volver a dormirme para encontrarme y entregarme a ti, a tus brazos, a esos brazos y a esos labios de los que ni la muerte podrá separarme, hasta fundir nuestros cuerpos y ser sólo uno.... por siempre.
Un mundo sin ti.....
Jopelines.... quien no quiere un sueño así. ... ????
ResponderEliminarTu cierra los ojos, y es cuestión de desarlo muy muy muy fuerte. Seguro que te pasa....
EliminarBesos guapa.