Un hombre entre mujeres: Contando secretos

Quizás uno está acostumbrado a que la edad no le haga mella en un físico privilegiado, y que mi pelo ondulado y largo sea la envidia de todo mi vecindario y compañeros de trabajo, los cuales ya tienen más panza que una manada de gorilas y menos pelo en la cabeza que estos jóvenes “metrosexuales” modernos en sus cuidados cuerpos.  Pero hay cosas que como hombre tengo que callar,  porque mi fama de macho ibérico y de hombre entre mujeres quedaría en entredicho (o sea, mi reputación social).

En un ejercicio de sinceridad ante ustedes les tengo que reconocer una cosa: SOY HOMBRE. Y se preguntarán que significa esto (aunque seguro que muchas de ustedes se lo imaginarán, o tendrán una ligera idea de lo que esto implica). Dado que estoy aún con anestesia en mi cuerpo por haber tenido un pequeño contacto con mi nueva dentista (les prometo que no voy a decir nada sobre como es esta belleza caribeña que solo con verla en bata se me quitaba la anestesia de golpe). Lo dicho, voy a realizar un acto de sinceridad con ustedes antes de que  me arrepienta:

1.- Soy un cagueta. Desde la semana pasada tengo el estómago como el de un recién llegado de Kenya. O sea más suelto que las cataratas del Niágara. Solo de saber que me tenía que intervenir, mis miedos y temores se apoderan de mi ser y muestran mis debilidades como macho ibérico.  Y eso es con el dentista. No les cuento cuando tengo fiebre, una enfermedad de las comunes. Y si ya le digo lo que me pasa cuando me han tenido que operar... Eso sí, se me da muy bien ser un quejica y mi estupenda teatralidad, con un puñado de gestos y muecas más que ensayadas, me valen para llevarme “al huerto” a toda la que se enternece de mi situación y da ese paso para purgar su alma atendiendo a este pobre desgraciado.


Mi Santa madre, la única mujer que venero y que pido a Dios que no se la lleve nunca (solo tengo que abrir la boca para que me haga esas croquetas con una bechamel tan jugosa que, una vez fritas, las muerdes y hasta se cae un poco derramada por la comisura de mis labios) siempre me dice “tenías que saber lo que duele un parto”, a lo que le contesto “y para que extender tanto el sufrimiento si ya lo has sufrido tú con mis hermanos y conmigo”.  Es como cuando los abuelos nos dicen “Ay si os tocará vivir los tiempos de la guerra”...  Pero no me quiero distraer que me pierdo más que una llave plana del 13 en un taller mecánico.

2.- Soy hipocondríaco.  Sí señoras, cada vez que me sale un uñero, pienso que se me va a gangrenar y me van a amputar el dedo. Ya ni decirles cuando alguien comenta: “pues a fulano le empezó a doler la cabeza y tiene un tumor cerebral”.  Coño, si a mi me está doliendo desde hace días,son los mismos síntomas.  Las palmo seguro. Y eso es extensible hasta el infinito y más allá... Que me toca la prueba de la próstata y no voy (pero a decir verdad es porque yo, por ahí, ni el bigote de una gamba).  Pero a eso también le saco partido no se crean ustedes.  Uno que siempre quiere doctoras, sabe sacar una lágrima a su debido momento para que el consuelo y un dictamen fuera de la consulta llegue a buen puerto (no me pidan detalles por favor).


3.- Soy un llorón. Pues sí señoras mías. Uno que farda de hombría, es mas llorón que un niño perdido en la plaza mayor en navidades.  A pesar de esta apariencia, lloro por casi todo. Que si me jefa no paga, lloro. Que si Marco sigue buscando a su madre, lloro. Que si veo pisar una hormiga, lloro... Y ya no digamos cuando sale por esa "caja tonta" la clásica película de amor con final feliz, que sabemos el final desde que están poniendo los créditos iniciales, pues lloro.  Que si mi madre me dice "hijo, cada día estás más guapo"...  Soy un sin fin de despropósitos que anularían mi condición de macho ibérico y último hombre de esa estirpe.

Creo que me estoy enrollando demasiado, y veo que la anestesia está en las últimas, por lo que antes de que me arrepienta, no voy a contar nada más, no sea que me entre la lucidez, y no quiera seguir contando secretos a vuestras mercedes; así que ya ven que a pesar de ser un auténtico macho de esta Nación Española, uno tiene unos defectillos que negaré en cualquier sitio o reunión. Aunque después de este repentino brote de sinceridad  creo que el sexo débil está claramente inclinado hacia mi persona...

Queden ustedes con Dios.  Mamaaaaaaa, sácame una Coca-Cola y unas croquetitas de gambas que se me está pasando la anestesia y vuelvo a tener apetito...

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