viernes, 28 de abril de 2017

El camino de las estrellas

La protagonista de esta entrada ya no está en este mundo, es un personaje que he inventado y que nos invita a leer sus últimas palabras; pero, a decir verdad, me hubiera encantado conocerla y escuchar la gran lección de vida que nos regala. He disfrutado mucho escribiendo este relato y he tenido la suerte de recibir reconocimiento por él, como autora local, en el Certamen Literario "Villa de Villamayor de Santiago". Espero que os guste y estoy feliz de poder compartirlo con vosotros.

EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS
La estancia estaba iluminada por los brillantes rayos del sol de primavera, un sol fuerte y luminoso que contrastaba con la oscura vestimenta de las personas allí presentes. El notario, después de comprobar que estaban todos los citados, rompió el silencio reinante en la sala y, tras un ligero carraspeo, comenzó su lectura:
Queridos familiares:
Si estáis leyendo estas letras de vuestra tía, a la que tanto visitasteis en sus últimos días, (como podéis observar, conservé mi ironía hasta el último momento), significa que ya no estoy entre vosotros. Probablemente seré un espíritu libre y feliz, y habré abandonado el maltrecho cuerpo que me sirvió de morada en este mundo durante tantos años, quizá demasiados.
El fedatario, al que encomendé esta tarea, os habrá entregado esta carta junto al testamento y estaréis deseando que acabe esta perorata para proceder al reparto de mis bienes; pero, como algunos de vosotros —los más avispados— intuiréis, antes de disfrutar de vuestro ansiado trofeo, tendréis que aguantar mis últimas palabras.
Seguro que esta carta no es una sorpresa para vosotros; sé que siempre me considerasteis algo lunática. Escuché algún comentario acerca de mi excesivo —según vuestro criterio— afán por viajar, mi alocada forma de vestir, el estruendoso sonido de mis carcajadas, mi amor por la música y las artes,  y sobre lo que para vosotros era una obsesión por vivir la vida al límite… Pues sí familia, fui feliz así.
Reprobasteis mis paseos bajo la fina lluvia empapando mi cuerpo y mojando mi cara, aunque quizá lo que no sabíais es que era mi alma la que agradecía ese baño de pureza. Tuve días de silencio, de pensamientos solo acompañados por pasos, otros de fiestas, de risas, de amistades y de anécdotas, y todos ellos me llenaron de recuerdos imborrables.
Nunca tuve en cuenta vuestra desidia cuando os contaba mis aventuras, quise pensar que siempre estabais muy ocupados, aunque también se adivinaba una gran falta de interés; y este, mi querida familia, es el motivo de mi carta, mi gran anhelo: que seáis capaces de vivir. Sí, ya sé que estáis vivos y que os queda mucho más tiempo que a mí, (bueno, eso es una obviedad), pero no me refiero a vivir, así sin más, sino a “Vivir” con mayúscula. Quiero que aprovechéis todos los momentos, incluso las ocasiones que os parezcan más superfluas; no dejéis paso a los pensamientos negativos, no perdáis vuestro tiempo en ellos; disfrutad de las sonrisas de vuestros hijos, de los momentos con amigos, de las conversaciones con gente a la que apreciáis, de la compañía de vuestros mayores,... Y, ¿sabéis por qué?, porque son momentos que nunca volverán. Deseo que los bienes materiales que os corresponden por ser mis herederos los gocéis plenamente, porque estoy segura de que en el lugar donde estaré cuando leáis estas letras, y al que algún día iréis todos vosotros,  no sirven de nada.
Disfrutad el camino de vuestra vida; apreciad cada detalle, cada sensación, cada saludo de la gente que encontréis, cada silencio. Yo he intentado aconsejaros pero, por supuesto, dejaré que lo viváis a vuestra manera como yo lo hice en su momento.
Si alguna vez pensáis en mí, en una cálida noche de verano, alzad vuestra mirada y observad las estrellas que guiaban en la noche a los antiguos. En alguna parte del firmamento que ha dado lugar a tantas historias y leyendas, estaré yo, recordando la sensación de paz y plenitud de mi camino en la tierra. Allí os esperaré.
Feliz vida caminantes, ha sido todo un placer, servirles de acompañante.

Lola Osorio Martínez