Este verano, este servidor de ustedes, decidió acudir al encuentro del Santo Patrón de las Españas, haciendo un pequeño tramo del Camino de Santiago. Uno, que es asiduo a entregarse a los brazos del patrón para paliar esos pecadillos que se van cometiendo a lo largo del año (y siendo sincero peco todos los días de palabra, obra y omisión, y creo que ustedes ya van conociendo a este mártir de esta sociedad moderna y perdida en los embrujos que ese Grey ha dejado en las féminas).
Días antes de mi marcha preparé mi mochila, en la que no falta mi ropa habitual que suelo llevar siempre, tal como pantalones desmontables (pero no crean que son esos que los "boys" utilizan para los espectáculos bochornosos donde ustedes, las féminas, acuden en sus desmadradas despedidas de solteras) mis camisetas de siempre, un par de calzones, par de calcetines y poco más... Ah, y mi colonia de los domingos que no falte. Pues eso, mis útiles de siempre y alguna cosa por si alguna peregrina quisiera hacer parte del camino con este gentil hombre y caballero a la vieja usanza (si en el fondo soy un sanador de almas y corazones...)
Todo transcurría como estaba previsto. Primeros pasos para ver grupos de mozas solas y sin compañías masculinas, uno se acerca sutilmente y suelta: "buen camino", con la mejor de mis sonrisas (esa que se utiliza para momentos especiales, me entienden ustedes). Te contestan, que si de donde eres, que si voy solo... Y ya tengo compañía femenina para cinco días hasta llegar a Santiago. Y hay que poner en marcha el plan B, o sea, bueno... No lo voy q contar porque esto de dar el blog a conocer me esta causando más problemas que beneficios....
Pero sí les voy a contar como, de acudir como un macho ibérico en toda regla, un castigador, o como el " troncha mozas" de mi pueblo, se me torcieron todos los planes cuando antes de llegar a Melide (reconocida por la capital del pulpo) vi caminando un señor con alguien muy bajito. Yo que iba con estas féminas a unos 400 metros empece a reírme diciendo que ese hombre iba acompañado por un hobbit, pero según nos íbamos acercando, ya que éstos iban a un paso más lento que el nuestro, se veía a una pequeña criatura con un chubasquero azul y en su mano izquierda un palo haciendo funciones de bordón. De pronto comenzó a llover como si no hubiera mañana y esa pequeña criatura miró hacia atrás. Su mirada se cruzó con la mía y mi corazón se detuvo, violento, casi en seco, provocando un dolor y una angustia que nunca padecí... Y lo comprendí al instante. Ese niño era yo, el niño que quería ser Indiana Jones, el aventurero, el que quería tener mapas del tesoro e ir ipso facto a cavar agujeros a la dehesa para desenterrarlos. Mi niñez acudió a mí con la misma violencia que de vez en cuando pensamos en los seres que nos faltan, pero esta violencia y brusquedad me dio paz. Y en esa paz anduve una hora al lado de Iker y de su padre. Un zagal de 8 años que empapado hasta los calzones no quería dejar de caminar, de respirar, de oler a tierra mojada y a eucalipto, de dejar sus huellas para que el tiempo se encargue de borrarlas...
Ya por las calles de Melide, su padre me dijo que para ellos se acababa la etapa. Le di la mano a él, a Iker, y mientras nos despedíamos le guiñé un ojo y le dije: "sería un orgullo volver a fabricar huellas juntos algún día". Iker, con mirada serena, con la certeza del que sabe que éste no será su último camino y con una seguridad pasmosa me respondió: "ojalá buen hombre".
Miré a mi lado y las cuatro mozas macizorras (porque yo no me arrimo a cualquiera) estaban impacientes por llegar a "casa Ezequiel" a comer pulpo y degustar los caldos que los gallegos hacen con esas uvas ácidas.... Entonces, las miré a las cuatro a los ojos, una a una y les dije: "id vosotras solas que yo voy a saborear el camino como Iker".
(Dedicado a mi hijo Yago, con el que más pronto que tarde fabricaré huellas en mi amado Camino de Santiago. Y hasta el infinito y mas allá...SIEMPRE)
Días antes de mi marcha preparé mi mochila, en la que no falta mi ropa habitual que suelo llevar siempre, tal como pantalones desmontables (pero no crean que son esos que los "boys" utilizan para los espectáculos bochornosos donde ustedes, las féminas, acuden en sus desmadradas despedidas de solteras) mis camisetas de siempre, un par de calzones, par de calcetines y poco más... Ah, y mi colonia de los domingos que no falte. Pues eso, mis útiles de siempre y alguna cosa por si alguna peregrina quisiera hacer parte del camino con este gentil hombre y caballero a la vieja usanza (si en el fondo soy un sanador de almas y corazones...)
Todo transcurría como estaba previsto. Primeros pasos para ver grupos de mozas solas y sin compañías masculinas, uno se acerca sutilmente y suelta: "buen camino", con la mejor de mis sonrisas (esa que se utiliza para momentos especiales, me entienden ustedes). Te contestan, que si de donde eres, que si voy solo... Y ya tengo compañía femenina para cinco días hasta llegar a Santiago. Y hay que poner en marcha el plan B, o sea, bueno... No lo voy q contar porque esto de dar el blog a conocer me esta causando más problemas que beneficios....
Pero sí les voy a contar como, de acudir como un macho ibérico en toda regla, un castigador, o como el " troncha mozas" de mi pueblo, se me torcieron todos los planes cuando antes de llegar a Melide (reconocida por la capital del pulpo) vi caminando un señor con alguien muy bajito. Yo que iba con estas féminas a unos 400 metros empece a reírme diciendo que ese hombre iba acompañado por un hobbit, pero según nos íbamos acercando, ya que éstos iban a un paso más lento que el nuestro, se veía a una pequeña criatura con un chubasquero azul y en su mano izquierda un palo haciendo funciones de bordón. De pronto comenzó a llover como si no hubiera mañana y esa pequeña criatura miró hacia atrás. Su mirada se cruzó con la mía y mi corazón se detuvo, violento, casi en seco, provocando un dolor y una angustia que nunca padecí... Y lo comprendí al instante. Ese niño era yo, el niño que quería ser Indiana Jones, el aventurero, el que quería tener mapas del tesoro e ir ipso facto a cavar agujeros a la dehesa para desenterrarlos. Mi niñez acudió a mí con la misma violencia que de vez en cuando pensamos en los seres que nos faltan, pero esta violencia y brusquedad me dio paz. Y en esa paz anduve una hora al lado de Iker y de su padre. Un zagal de 8 años que empapado hasta los calzones no quería dejar de caminar, de respirar, de oler a tierra mojada y a eucalipto, de dejar sus huellas para que el tiempo se encargue de borrarlas...
Ya por las calles de Melide, su padre me dijo que para ellos se acababa la etapa. Le di la mano a él, a Iker, y mientras nos despedíamos le guiñé un ojo y le dije: "sería un orgullo volver a fabricar huellas juntos algún día". Iker, con mirada serena, con la certeza del que sabe que éste no será su último camino y con una seguridad pasmosa me respondió: "ojalá buen hombre".
Miré a mi lado y las cuatro mozas macizorras (porque yo no me arrimo a cualquiera) estaban impacientes por llegar a "casa Ezequiel" a comer pulpo y degustar los caldos que los gallegos hacen con esas uvas ácidas.... Entonces, las miré a las cuatro a los ojos, una a una y les dije: "id vosotras solas que yo voy a saborear el camino como Iker".
(Dedicado a mi hijo Yago, con el que más pronto que tarde fabricaré huellas en mi amado Camino de Santiago. Y hasta el infinito y mas allá...SIEMPRE)
Como siempre muy bueno! Felicidades!!! Sabes que en Guadalajara, México, usamos mucho la expresión "tierra mojada"? De hecho eh la canción llamada "Guadalajara" esta esa frase: "Guadalajara, Guadalajara, hueles a pura tierra mojada". Escúchala. Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias amigo por estar siempre ahí. La escucharé. Abrazo inmenso
EliminarMuy bonito! Describe muy bien lo que se vive en el camino, "Un poco de todo"
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